La cuesta arriba duro más que la adrenalina de bajar.
¿Dónde quedó lo prometido?
¿Tanto te harte?
¿Te hice daño?
Porque si así fue solo necesitabas decírmelo, no aparentar cómo si yo fuera una lunática. Tú ya sabías cómo iban a ser las cosas. Nunca te mentí, solo me haces sentir triste, loca y llorar porque no entiendo qué hice para que me dejes de hablar, pero tampoco voy a estar preguntando ni humillandome aún más.
Casi siempre soy yo la que hace ese tipo de jugadas, nunca me había tocado sentir este rechazo tan abrupto, pero siempre hay una primera vez y debo admitir que siempre fuiste mejor jugador que yo.
Pienso en nuestra amistad todos los días. Pienso en ti en pequeños detalles y como desearía regresar el tiempo a la primer cita de ese año y quedarnos en ese último abrazo. A cuando tuve los huevos necesarios y no seguirte en tu pendejada.
Y es que por cada día que pasa sin que hablemos es una oportunidad menos que tenemos para solucionar el problema inventado por ti.
Me dejaste sola con mi enfermedad, con mi angustia. No sé si se te hizo demasiado complicado seguir y arriesgarte, pero irónicamente la que la tenía de perder siempre era yo, no entiendo en qué te afectaba a ti.
Te quiero, más de lo que pude en algún momento demostrarte y en mi corazón dolido no cabe la idea de ya no ser amigos. Deseo tengas el éxito que te pudieras llegar merecer, que tengas las amistades que cultives (pinche elitista).
Desearía tener la solución, pero la verdad es que puedo presentir el final y aunque no dependió de mi, tampoco planeo detenerte, porque lo único que me demuestras es lo poco que te importaba seguir en contacto conmigo y yo no puedo atormentarme más contigo, porque es ahora que recuerdo porque desde un principio no te pele.
Vete a la verga Chuy y déjame en paz. El que la cago fuiste tú, no yo y esa tranquilidad es lo que me puedo llevar.
Gracias por lo poco que me diste después de tanto estar chingando. Ni se te ocurra por favor volver a hablarme, porque entonces no me contendre como la última vez que me hablaste, tratando todavía yo de pendeja hacer como si nada hubiera pasado y aún así me mandaste a la chingada con tu -Luego te cuento- como si aquí fuera a estar esperándote.
¿Dónde quedó lo prometido?
¿Tanto te harte?
¿Te hice daño?
Porque si así fue solo necesitabas decírmelo, no aparentar cómo si yo fuera una lunática. Tú ya sabías cómo iban a ser las cosas. Nunca te mentí, solo me haces sentir triste, loca y llorar porque no entiendo qué hice para que me dejes de hablar, pero tampoco voy a estar preguntando ni humillandome aún más.
Casi siempre soy yo la que hace ese tipo de jugadas, nunca me había tocado sentir este rechazo tan abrupto, pero siempre hay una primera vez y debo admitir que siempre fuiste mejor jugador que yo.
Pienso en nuestra amistad todos los días. Pienso en ti en pequeños detalles y como desearía regresar el tiempo a la primer cita de ese año y quedarnos en ese último abrazo. A cuando tuve los huevos necesarios y no seguirte en tu pendejada.
Y es que por cada día que pasa sin que hablemos es una oportunidad menos que tenemos para solucionar el problema inventado por ti.
Me dejaste sola con mi enfermedad, con mi angustia. No sé si se te hizo demasiado complicado seguir y arriesgarte, pero irónicamente la que la tenía de perder siempre era yo, no entiendo en qué te afectaba a ti.
Te quiero, más de lo que pude en algún momento demostrarte y en mi corazón dolido no cabe la idea de ya no ser amigos. Deseo tengas el éxito que te pudieras llegar merecer, que tengas las amistades que cultives (pinche elitista).
Desearía tener la solución, pero la verdad es que puedo presentir el final y aunque no dependió de mi, tampoco planeo detenerte, porque lo único que me demuestras es lo poco que te importaba seguir en contacto conmigo y yo no puedo atormentarme más contigo, porque es ahora que recuerdo porque desde un principio no te pele.
Vete a la verga Chuy y déjame en paz. El que la cago fuiste tú, no yo y esa tranquilidad es lo que me puedo llevar.
Gracias por lo poco que me diste después de tanto estar chingando. Ni se te ocurra por favor volver a hablarme, porque entonces no me contendre como la última vez que me hablaste, tratando todavía yo de pendeja hacer como si nada hubiera pasado y aún así me mandaste a la chingada con tu -Luego te cuento- como si aquí fuera a estar esperándote.
Comentarios
Publicar un comentario